lunes, 23 de mayo de 2011

BOB DYLAN´S 70 ANNIVERSARY



  
   * KISTE F.M. recomienda darle al play del vídeo de Youtube que aparece al final del texto, mientras comenzamos a bucear en su lectura.

      Recuerdo cuando compré mi primer disco de Bob Dylan, estaba en el instituto, en 2º de B.U.P, año 1988. Conocía las clásicas, las que habían trascendido las fronteras y los ideales: "Blowing in the Wind", Knocking on Heaven´s Door"... Formaban parte de la musicalidad de aquellos días. La primera, había sido vilmente robada por la iglesia católica para reconvertirla en un himno de misa de once y ser cantada por la inocencia de los niños de pueblo, desconocedores, por supuesto, de la procedencia de su autor (ni hablar del texto). Manipulada y distorsionada por mentes adultas, que subliminalmente lanzaban su mensaje en forma de paloma de la paz, eso sí, evangelizadora.
      La vida giraba a una velocidad tan reducida, que te hacía disfrutar de cada segundo de una manera ingenua pero gratificante. Cuando me llegó "Desire" por el 'DISCOPLAY' ( aquella tienda que vendía discos por correo, con esos maravillosos catálogos, llenos de ilusiones musicales), -que gran labor hicieron por los melómanos que vivíamos lejos de la gran ciudad con su amplia y variada oferta-, corrí nervioso a mi habitación, desempaqueté el envoltorio y ahí estaba: ¡el disco!. Saqué el vinilo y lo puse en la cadena compacta 'GRUNDIG' que teníamos (todavía tengo) en casa. Quería como loco escuchar "Hurricane", la escuché seguro que más de veinte veces, sin parar. Aguja arriba, aguja abajo. Una vez cesó ese ímpetu obsesivo de adolescente apasionado, descubrí que ese disco contenía muchas otras canciones maravillosas. Me sucedió lo que me ocurría por aquella época, anhelé algo, probablemente conocer en primera persona que se sentía al estar enamorado. Cuando los surcos del vinilo enfilaban el final, apareció una melodía que invitaba a viajar: "Black Diamond Bay". Superó con rapidez mi pasión por "Hurricane", y se convirtió en mi favorita. Mientras miraba por la ventana de mi habitación, haciendo con que me sabía la canción y que sabía tocar la guitarra, veía la montaña nevada y la estampa de un pueblo grande, con complejo de ciudad, que aparentaba crecer y que finalmente se quedó congelado en su tiempo, como una postal que nunca terminó de variar, amarillenta y olvidada.

   Los años pasaron, las estaciones también, y hoy su autor cumple la escalofriante cifra de 70 años. Siento desazón y algo de miedo. El día que muera Bob Dylan será el día en que la música pierda gran parte de su fuerza. Hoy que estamos carentes de referencias, de poetas y trovadores (reales) que cambien estos desoladores tiempos, no queda más que aferrarse a ese espíritu que un día hizo que las cosas cambiasen. De momento su obra descomunal sigue estando ahí, y yo sigo si haberlo visto en directo. Espero que algún día pueda hacerlo. Gracias por LA MÚSICA.

Felicidades.

Javier Mateos

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